José Luis Puerto, salmantino del bello pueblo de La Alberca, es quizás uno de los poetas actuales más importantes de nuestro país. Fue Premio Castilla y León de las Letras en 2018. Es además ensayista, etnógrafo, traductor, columnista, editor y crítico de arte.
Según el catálogo Escritores de Castilla y León , en la obra poética de José Luis Puerto (que está marcada por su pasión por el tiempo, la memoria y el arte) se advierte la afinidad con los planteamientos poéticos de Paul Celan, José Ángel Valente, Antonio Colinas o Claudio Rodríguez.
Fue profesor y catedrático de Lengua y Literatura, y en el Instituto de Bachillerato Gustavo Adolfo Bécquer, de Sevilla, conoció a Cristóbal, allá por el año 1979. Desde entonces ambos disfrutaron de una hermosa y profunda amistad, que les llevó a colaboraciones entrañables entre pintor y poeta. Fueron diversas las ediciones de libros que Cristóbal ilustró para José Luis Puerto.
MÚSICA CALLADA
Hay un sintagma que acude a mí, cuando, mentalmente –en ese museo imaginario (de que hablara el escritor francés André Malraux) que todos albergamos–, repaso los cuadros, grabados, estampas y pintura de Cristóbal: “música callada”. Un sintagma muy hermoso, procedente del Cántico espiritual de Juan de Yepes, y que alude siempre a las creaciones de la vida del espíritu.
Porque toda la creación pictórica de Cristóbal, desde el silencio de que nos habla y se nos manifiesta, contiene y nos transmite melodías que despiertan nuestra sensibilidad, al transportarnos a paisajes, lugares, tipos humanos, escenas populares, estampas, retratos, ámbitos urbanos, rincones… que configuran un mundo luminoso.
Melodía y luminosidad. Sí. De tales condiciones está dotada la creación artística de Cristóbal. Y ello solo es posible porque el artista ha interiorizado todo aquello que plasma, convirtiéndolo en mundo propio, en mundo que respira en sus grabados, estampas y cuadros, a través de su corazón y de su alma.
Y no es poco. Porque toda creación, para ser verdadera, ha de pertenecer al territorio del espíritu, ha de configurarlo de modo muy personal, ha de constituir una aportación significativa a tal ámbito. Como dijera la ensayista norteamericana Susan Sontag, cada época ha de definir qué entiende por vida del espíritu. Cristóbal, a su modo, en toda su creación pictórica, nos está proponiendo claves en torno a esa vida del espíritu en que el arte se encuentra.
LIRISMO MINUCIOSO
Hay dos elementos, además, que singularizan la pintura de Cristóbal. Siempre nos han parecido dos logros en su obra, que no están al alcance de todos y que otorgan a sus creaciones esa hermosa pátina que las caracteriza. Por una parte, minuciosidad y lentitud –rasgos que en él se dan la mano, están aliados– y, por otra, un delicado lirismo que desprenden siempre sus obras.
Cristóbal, en su trabajo como artista, es minucioso, lento, detallista, nunca se atropella en sus creaciones. Contempla, mira, compone, selecciona elementos, plasma demoradamente todo aquello que a su mirada interesa. Y ese gusto por el detalle, por la minuciosidad se convierte en un rasgo de su creación plástica, que tiene mucho que ver con la lentitud y con la paciencia. Porque crear –como ya indicara el gran poeta portugués Eugénio de Andrade– supone un oficio de paciencia.
Tal gusto por lo minucioso, por el detalle, supone una concepción paciente y lenta del proceso creativo. Nos recuerda –porque también este artista procedía de tal modo en sus creaciones– al alemán Alberto Durero. Y, entre nuestros artistas contemporáneos, a pintores como Ramón Gaya o como Antonio López y otros de los llamados realistas, con los que Cristóbal tiene más de un parentesco.
¿Y qué decir sobre ese delicado y sutil lirismo que desprenden las creaciones plásticas de Cristóbal? Es un don que tiene este artista; un raro don, que se da en muy pocos pintores. Tal lirismo no lo consigue quien quiere, sino únicamente quien puede, porque es una sustancia –si así podemos decir– que procede del alma, del interior del ser humano, de su psique. Y Cristóbal siempre puede, tal y como nos muestra y demuestra en sus creaciones, porque lleva en su interior tal sentimiento, inmaterial siempre, que en él se materializa en la pintura, en el dibujo, en los trazos, en todo aquello que crea.
UN ARTE DEMOCRÁTICO
Cristóbal, además, pertenece al movimiento moderno a través de un sesgo que la contemporaneidad implícitamente reivindica. El sentido del arte ya no puede ser aristocrático, al servicio de los poderes (sean estos de la realeza, de la nobleza o de la iglesia) de la sociedad del antiguo régimen. El sentido del arte ha de ser democrático, en el sentido etimológico del término griego ‘demos’: pueblo.
No es extraño, por ello, que uno de los pioneros del nacimiento del folklore en España, el andaluz Antonio Machado y Álvarez (padre de los extraordinarios poetas Manuel y Antonio Machado, sobre todo este último), firmara con el pseudónimo demófilo: el amigo del pueblo.
En la obra de Cristóbal también respira el pueblo, está presente en ella, tanto los campesinos como los trabajadores andaluces. De ahí que fuera uno de los impulsores, en Sevilla, de uno de los grupos creadores de ese significativo movimiento de artistas que conocemos como “Estampa popular”, hoy plenamente reconocido en el panorama del arte contemporáneo español. Movimiento sobre el que el IVAM de Valencia realizara una significativa exposición y sobre el que el “Reina Sofía” también posee materiales y alguna grabación significativa, en la que aparece Cristóbal, en un diálogo con artistas de dicho movimiento, del que él formara parte.
Sí, el de Cristóbal es un arte democrático. Pero nunca un arte sectario, panfletario, tendencioso. No. Un arte en el que está presente y respira el pueblo, nuestro país, nuestros paisajes, nuestras gentes más humildes, nuestros pueblos, nuestros rincones urbanos, entre otros asuntos que él nos dejara plasmados en su pintura. Porque Cristóbal pertenecía al pueblo, de él salió, y era –como Machado y Álvarez, aunque en otros sentidos– un verdadero amigo del pueblo.
EL SUR
Tuve la fortuna de desempeñar mi labor docente, a lo largo de varios cursos, en tierras sevillanas, primero un curso en Osuna y, después, seis en la propia Sevilla, cinco de ellos en el instituto, tan bien nombrado, ‘G. A. Bécquer’, de Triana. En él coincidí como Cristóbal. Enseguida sintonizamos, sin proponérnoslo. Sintonizamos, porque en los dos latía –en cada uno a su modo– ese sustrato de vida del espíritu, plasmada en la creación, que él expresaba a través de la pintura y yo de la palabra poética.
Había otro compañero, también, por desgracia, ya fallecido, que era José Romero, músico y pianista andaluz, que era en tal centro profesor de música. Recuerdo que José Romero, en uno de los veranos en que yo era docente en el ‘Bécquer’, subió hasta mi tierra (en la Sierra de Francia salmantina) con su piano y dio un hermoso concierto en la localidad de Sequeros, en el Teatro León Felipe, ya que este extraordinario poeta de nuestra edad de plata viviría en esta localidad de los dos a los nueve años.
Cristóbal y José Romero, en mis años del ‘Bécquer’, me aportaron sendas visiones, cada uno a su modo, de lo andaluz, del Sur, ese Sur mítico, presente en los versos de Antonio Machado, de Juan Ramón Jiménez, de Federico García Lorca, de Luis Cernuda. Ese Sur que yo percibí como vivencia y como creación a través de Cristóbal.
CODA
Cristóbal se nos ha ido. Es verdad. Pero siempre estará con nosotros. A través de la memoria y a través de su arte. Que no es poco. Los seres humanos tenemos una capacidad y es que podemos tener resucitados en nosotros a aquellos seres a los que hemos querido y cuya impronta vital y creativa nos ha hecho entender mejor el mundo. A esta categoría pertenecía Cristóbal. En su arte, respira lo mejor del ser humano. Que no es poco.
José Luis Puerto, 2020
2 comentarios en «LAS MELODIAS DE CRISTÓBAL. Por José Luis Puerto»
Bello y sentido homenaje a un hombre coherente y sensible con sus compañeros en una España gris que finalmente entrevió si no la luz al menos la claridad
Gracias Fernando. Efectivamente, esa España gris lo fue menos gracias a personajes, como Cristóbal. En ello colaboraron artistas de muy diversa índole como músicos, poetas, escritores, pintores…Ya lo dijo José Agustín Goytisolo: Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales. Sin olvidar al pueblo llano, a los trabajadores comprometidos, que con su granito de arena, su esfuerzo y a veces su sangre, impulsaron la libertad y la democracia en este país.