El pasado martes, día 20 de junio, se presentó en Sevilla el libro de memorias escrito por Eduardo Saborido titulado Entre la dictadura y la libertad. En dicho acto de presentación intervinieron Carlos Aristu, Nuria López, Nicolás Sartorius, Unai Sordo, Alfonso M. Foronda, Soco López y el propio Eduardo.
El libro es el testimonio personal de uno de los personajes del movimiento obrero que han entrado en los anales de la historia de España. Buen amigo de Cristóbal desde principios de los años 60, coincidieron en aquellos años de clandestinidad en los que desde el PCE y los comienzos de las CC.OO. se luchaba por la libertad y los derechos de los trabajadores de este país.
Eduardo Saborido ha sido y es, un tipo muy conocido y reconocible, hasta tal punto que el el famoso proceso 1001, la petición fiscal más alta fué para él: 20 años y 6 meses de prisión. Un luchador sindical y político que sufrió una represión enorme, llegando a contabilizar un total de diez detenciones, con sus respectivas condenas, muchas de ellas de cárcel, entre 1967 y 1976.
Estas memorias conforman la historia de un proceso personal y social de reconstrucción del movimiento obrero que, desde comienzos de la década de 1960, protagonizaron las Comisiones Obreras, columna vertebral de oposición a la dictadura. Un proceso complicado de acumulación de fuerzas desde experiencias novedosas para la conquista de libertades democráticas en el que Saborido, junto a otros militantes antifranquistas, antepuso su compromiso y la dignidad de su clase a su comodidad. La portada del libro es una preciosa y emotiva fotografía realizada por José Julio Ruiz Benavides en la que aparece Eduardo, con un ramo de claveles rojos, a su llegada a la Estación de San Bernardo de Sevilla en noviembre de 1975 tras ser amnistiado en el primer Decreto firmado por el Rey de España.
Y entre esos militantes antifranquistas de aquella época, se encontraban Cristóbal, y un poco más tarde en su incorporación a las Comisiones Obreras, Antonio Díaz Morant, al que podemos ver en la siguiente fotografía realizada por Cristóbal el día de su boda junto a Eduardo Saborido, su mujer, Carmelita, y el pequeño de sus hijos. Antonio era responsable de la federación de Enseñanzas de CC.OO.
Si nos centramos en el contenido del libro, ya en la página 85-86 podemos encontar la primera referencia a Cristóbal. Concretamente dice así:
«Es curioso, pero los primeros contactos de tipo político partidista, me vinieron por el ámbito intelectual a través de un compañero de la fábrica. Allí trabajaba en la oficina de personal Ismael Martel, con el que cogenié pronto y nos hicimos amigos. Él estaba en personal y picaba las fichas de entrada al trabajo de los empleados. Ismael tenía relación con un grupo de pintores de Sevilla, que habían participado en una exposición en París y formaban parte de un grupo de artistas llamado Estampa Popular. En ese grupo estaban Paco Cortijo, Cristóbal Aguilar y Paco Cuadrado. Eran distintos, pero buenos pintores los tres. De ellos, Paco Cortijo y Cristóbal ya pertenecían al PCE. Y más adelante se hizo profesor de Instituto».
Como bien comenta Eduardo en su libro, eran los años de Estampa Popular, años 1961-62. En estos años, eran frecuentes las reuniones en el estudio que utilizaban Cortijo, Cuadrado y Cristóbal, que estaba en la calle Mirlo, en el barrio de Los Pajaritos y que pertenecía a Francisco Cortijo. En él se imprimían los grabados para las carpetas y trabajos del denominado Grupo Sevilla de Estampa Popular.
Para seguir con el texto del libro publicado y su referencia a Cristóbal, hemos de irnos a las páginas 109-111, en el capítulo titulado Y ME DIERON LA RESPONSABILIDAD DE LAS JUVENTUDES COMUNISTAS:
«El nuevo Comité Provincial se formó, claro, con los jóvenes más cercanos y conocidos. Juan Menor, Pedro, contactó primero con Fernando Soto y más adelante, conmigo…Pocos camaradas al principio; después se fue ampliando. Tras hablarnos Pedro de la situación política, a mi me planteó que iba a trabajar en la Juventud, en contacto directo con el responsable, que era Cristóbal Aguilar, el pintor. A Pepe Menor lo nombró responsable del Comité Provincial. Insisto que en aquellos tiempos de severa clandestinidad, los cargos en la dirección del Partido no se elegían, porque la dirección los captaba directamente, ya que era la única que conocía a los camaradas más constantes y destacados y en los que más se podía confiar.
Volviendo a mi actividad partidaria, tras la propuesta de Menor, empecé a crear, junto a Cristóbal Aguilar, y desde cero, las Juventudes Comunistas de Sevilla. Me dediqué a captar jóvenes, recurriendo a contactos de amigos y camaradas de las fábricas y talleres, de los barrios y los pueblos cercanos de Sevilla».
Se trata de un libro bigráfico con mucho detalle, fruto de la gran memoria de su autor y de su familia, apoyado en datos del magnífico Archivo Histórico de CC.OO. dirigido desde hace años por Eloisa Baena.
En la introducción de esta publicación, Eduardo Saborido la justifica de la siguiente manera:
«Pero lo que me ha animado a ello es, fundamentalmente, porque he podido comprobar desde hace mucho tiempo que la historia del movimiento obrero se ha ocultado y se ha ninguneado. El movimiento obrero ha sido el hermano pobre de la democracia. No es de extrañar el gran desconocimiento que del franquismo -y del movimiento obrero en especial- se tiene socialmente. ¡Qué poco se sabe del franquismo! ¡Cuantos estereotipos se han creado para instalar un relato que viene a decir que la democracia o la Constitución se debe al papel que jugó el Rey o a la virtualidad de una docena de personajes ilustres sentados alrededor de una mesa! Y es que no se ha tenido la suficiente voluntad de reconocer el sacrificio, las cárceles o los miles de despidos de todas aquellas personas que antepusieron su libertad a su comodidad».
En este mismo sentido se expresa en el prólogo Alfonso M. Foronda cuando dice lo siguiente:
«…hay que repetir con fuerza que la clase obrera y las Comisiones a su frente, fueron un Sujeto Constituyente, no estuvieron sentados en la mesa de los diez, no firmaron las Actas de los acuerdos, pero jugaron un papel esencial. La Democracia, la Libertad, se fue construyendo paso a paso, huelga a huelga, despido a despido, manifestación tras manifestación, cárcel tras cárcel. Gracias a personas como Eduardo algunos supimos que, como dijera José Martí, La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no un escudo ni capellanía de nadie«.
Como bien recordó Unai Sordo en su intervención, los trabajadores, estudiantes y demás actores sociales de este país, con CC.OO al frente, junto al PCE, fueron los que acabaron con el regimen franquista e impulsaron realmente la democracia. El dictador murió en la cama pero la democracia fue luchada y trabajada en las calles, siempre de manera pacífica; y ahí, muchos personajes anónimos y otros conocidos como Eduardo Saborido, Marcelino Camacho y demás compañeros del Proceso 1001 fueron los auténticos artífices de la transición de este país.
Nicolás Sartorius, en el prólogo, abunda en esta misma idea:
«Se trata de una contribución a la recuperación de la memoria colectiva de nuestra sociedad, tan necesaria para la propia calidad de la democracia española. Por razones que no son del caso explicar en detalle, ha existido un interés ideológico-cultural en que España perdiera la memoria de su pasado más reciente a base de esa nefasta e interesada confusión entre amnistía y amnesia. Cada vez está más claro que ganamos colectivamente -en especial el movimiento obrero- la batalla por las libetrades, ahí está para demostrarlo la Constitución de 1978, pero no está tan claro que hayamos ganado la batalla por el relato, a pesar de los últimos esfuerzos en este sentido».
En definitiva, en este libro se habla de su experiencia de cuando comenzó a trabajar en la Hispano Aviación, su toma de conciencia política y sindical; del nacimiento de las CC.OO. en Sevilla; de los decisivos años sesenta; las sucesivas detenciones (10 a lo largo de su vida); el Estado de Excepción del 1969 y su destierro; su vida clandestina en Madrid; la detención y el famoso Proceso 1001; la Transición a la democracia; la muerte de su gran amigo Juanin; los asesinatos de Atocha; la legalización de CC.OO.; la reunión con el Presidente del Gobierno en Moncloa…
Ya en el terreno más personal e intimo, Eduardo y Cristóbal siempre mantuvieron una hermosa relación de admiración mutua. En alguna que otra conversación con él y Carmelita, su mujer, me comentó en una ocasión como cuando fueron encomendados a organizar las Juventudes Comunistas de Sevilla, ambos, con poco más de 20 años, en cierto momento de reflexión y responsabilidad, después de salir de la reunión en la que se les encomendó dicha tarea, se miraron ambos y se preguntaron:
¿Cristóbal, tú sabes como se fundan las Juventudes Comunistas? y Cristóbal respondió: yo no, ¿y tu Eduardo, tú sabes como se hace?. Yo tampoco, Cristóbal…
Eran aquellos años sesenta de escasez y represión. En uno de esos días de reunión, Eduardo encontró a Cristóbal muy demacrado, delgado y con mala cara. Le preguntó cuanto tiempo hacía que no comía en condiciones. Cristóbal le comentó que hacía bastantes días en los que apenas tenía para comer. En aquellos años, Cristóbal vivía sólo en el piso de sus padres, en San José Obrero, ya que estos habían emigrado a trabajar a Denia. Compartía piso con Nicomedes, el escultor, fiel compañero y amigo de la Escuela de Bellas Artes. Fue entonces cuando Eduardo se lo llevó a su casa y Carmelita, su mujer, los sentó a la mesa a comer un guiso de patatas con carne, con muchas patatas y poca carne, como me recordaba Carmelita. Era verano, hacía un calor infernal y Cristóbal sudaba tinta con ese exquisito bocado, que palió de manera deliciosa esa hambruna que arrastraba desde hacía días.
Ya en democracia, muchos años después, la colaboración de Cristóbal con CC.OO. es conocida. Muchos carteles para distintas campañas de diferentes federaciones del sindicato, así como portadas de libros, en muchos casos fueron encargadas personalmente por Eduardo. De entre ellas, podemos destacar un cartel en el que se pedía el abono de la cuota sindical por parte de los sindicados. Esta cuota pasaba a ser voluntaria y se necesitaba que los afiliados la pagasen para contribuir a la financiación de las actividades sindicales. Dicho cartel fue bautizado por el propio Eduardo como «El niño yuntero«, ya que se trataba de un retrato de un campesino joven con una gorra, que por la sensibilidad de Eduardo, rápidamente lo identificó con el poema de Miguel Hernández.
Archivo Histórico de CC.OO.
Otras de las colaboraciones más admiradas por Eduardo fue la portada que le encargó a Cristóbal para el libro La conquista de la libertad: historia de las Comisiones Obreras de Andalucía (1962-2000). En este caso, una gran pancarta, sin ninguna inscripción, que portaba la cabeza de una manifestación fue el motivo elegido. Fondo negro y dibujo en rojo. Los autores del libro fueron Alfonso Martínez Foronda, Antonio Miguel Bernal, y Encarnación Lemus.
Comisiones Obreras de Andalucía (1962-2000).
Diseño de la portada: Cristóbal.
Este mismo motivo, los manifestantes con la pancarta, sigue siendo utilizado por CC.OO. para anunciar diferentes eventos.
A continuación mostramos un cartel que realizó Cristóbal para la Federación de Sanidad de Sevilla, en 1978, a los pocos meses de volver de nuevo a trabajar en Sevilla (estuvo 14 años trabajando como profesor de Enseñanza Media en Ronda), concretamente en el Instituto de Bachillerato Gustavo Adolfo Bécquer, de Triana . Concretamente anunciaba unas Jornadas Sanitarias que se celebraría ese mismo año. Se trata de un retrato de Santiago Ramón y Cajal.
Por otro lado, y tras el largo encarcelamiento de de los sindicalistas del Proceso 1001, Cristóbal realizó en 1974 una litografía reivindicativa en la que aparece un grupo de personas leyendo un cartel que pide la Amnistia para los presos políticos. En dicho cartel se reflejan los nombres de las personas encarceladas: Marcelino Camacho, Saborido, F. Soto, F, Acosta. F. García Salve, Sartorius…
Enlaces de interés:
- Pequeño documental de la Sexta sobre Eduardo Saborido y el Proceso 1001: AQUÍ.
- Entrevista a Eduardo Saborido en el Diario de Sevilla con motivo de haber sido galardonado con el Premio Manuel Clavero: AQUÍ.
- Artículo de Francisco Correal por el Premio Manuel Clavero: AQUÍ.
Agradecimientos: A Eloisa Baena y al Archivo Histórico de CC.OO.