Cristóbal fue a lo largo de su vida un gran enamorado del paisaje, de la naturaleza, de la arquitectura. Pero en su pintura siempre hubo una especial predilección por la flores.
Las pintó siempre del natural, en floreros, en vasos, jarrones, pequeñas ramas, usando diferentes técnicas como la acuarela, quizás la que más prodigó, pero también el pastel, el óleo, el grabado y, por supuesto, en la cerámica, como adorno en multitud de placas, muchas de ellas repartidas por la ciudad de Ronda, y en murales, así como en platos y jarrones.
Lo decía frecuentemente su gran amigo Juan Ortiz: «nadie pinta las flores como las pinta Cristóbal». Sus pinturas de flores forman una parte importante, aunque quizás no muy conocida, de su obra. Se dedicaba a ellas cuando la climatología resultaba adversa para afrontar los paisajes al aire libre, en invierno, o, mientras estuvo trabajando, por las tardes en su casa. Era María, su mujer, quien montaba los floreros. Siempre ha tenido una mano especial para ello. Cristóbal aprendió de ella y, cuando se encontraba solo en Ronda, una vez jubilado, él mismo hacía su composición, eligiendo el vaso, una jarra o cualquier otro recipiente que tuviera un atractivo especial, pero no cualquier cosa; tan importante era la flor como «el tiesto» que la sostenía.
La delicadeza de Cristóbal al pintar, como ha dicho en alguna ocasión el historiador y crítico de arte Valeriano Bozal, no tenía rival. Su enorme sensibilidad y su gran dominio del dibujo, hacían que sus obras de flores fueran especialmente bellas, con un valor difícil de encontrar: sus flores tenían alma, estaban vivas y transmitían cada una su especial encanto.
Juan Paredes, Catedrático de la Universidad de Granada, lo definió hace tiempo como un poeta de la línea y el color, lleno de humanidad, sentimiento y arte.
Por todo ello, la acuarela fue la técnica que más utilizó para plasmar la belleza de esas flores. El gran dominio que Cristóbal tenía de la acuarela, hace que esas obras, grandes y pequeñas, resulten especialmente atractivas y significativas.
Sus primeras acuarelas florales son de mediados de los años sesenta del pasado siglo. Fueron pintadas en Sevilla y Morón de la Frontera (en casa de su tío Pedro, posteriormente suegro).
Como se puede observar, las composiciones eran de gran sencillez. Las flores las buscaba en algún jardín, o bien se las pedía a alguna vecina o a su tía Isabel, que vivía en la misma calle de Morón y que contaba con un hermoso patio con gran cantidad de plantas. Lo mismo ocurría con los jarrones y otros utensilios. Incluso alguna vecina le prestaba y terminaba regalándole algún recipiente de este tipo, como esa vasija de cerámica vidriada de color verde, que aún se conserva en casa de mi madre. De esa misma época son dos preciosos jarrones con dalias pintados en Ronda, que son sendos homenajes a Miguel Hernández y Antonio Machado. En cada una de estas acuarelas aparece un libro de poemas de la Editorial Losada, de Buenos Aires, que en aquellos años fue la que editó las antologías de estos poetas, prohibidos por la dictadura franquista. Quizás una de las flores preferidas que pintó Cristóbal fueran los lirios, tal vez por su admiración por Van Gogh o simplemente por su extraordinaria belleza debido a sus múltiples formas. Los pintó en acuarela y también en pastel, y era un motivo recurrente en los adornos florales de muchas de sus cerámicas. Otra de las flores que Cristóbal pintó con asiduidad fueron las rosas. Era frecuente que en sus paseos por la ciudad de Ronda, acompañado por María, su mujer, algunas rosas fueran cortadas de algún jardín. María siempre salía provista de unas pequeñas tijeras y alguna bolsa que eran usadas fundamentalmente para cortarlas con cuidado, sin que se clavaran sus espinas, y después guardarlas disimuladamente. Además de lirios y rosas, otras muchas flores, muchas de ellas silvestres, recogidas en el campo cuando salía a pintar con su caballete, fueron objeto de sus pinturas: almendros, amapolas, glicinias, alelies, conejitos (Antirrhinum), malvas, geranios, gitanillas, margaritas, jazmines y un sinfín de especies. Una especie por la que sentía enorme debilidad, por su belleza, eran las magnolias. Le costó siempre mucho trabajo pintarlas por una sencilla razón: al cortarlas rápidamente se estropeaban y se marchitaban en pocas horas, aunque se pusieran en agua. Apenas le daba tiempo a dibujarlas. Y por fotografía nunca quiso pintarlas. Era una tradición ir de noche, con su gran amigo Juan Ortiz, a coger las flores de los magnolios de Sevilla, los que están en los alrededores del Casino de la Exposición y del Parque de María Luisa. Situaban estratégicamente el coche y se subían en el techo para poder alcanzar algunas flores. A continuación se expone una variada muestra de algunas de estas obras de carácter floral. En alguna ocasión, Cristóbal usó las flores también en sus grabados. A continuación se muestran dos pequeñas xilografías que fueron iluminadas a mano para dos de sus amigos, el poeta Aurelio Alvea, de Sevilla, y el profesor Juan Manuel Vázquez Sentí, de Ronda. Se trata de una magnolia y una buganvilla, respectivamente. Cristóbal también utilizó los motivos florales para ilustrar publicaciones en libros, revistas, folletos o carteles. En este sentido, colaboró con frecuencia con amigos poetas, literatos y personalidades de otros ámbitos, para ennoblecer sus trabajos. Buen ejemplo de ellos fueron las múltiples colaboraciones con el gran poeta salmantino José Luis Puerto o con el catedrático de la Universidad de Granada Juan Paredes. Una publicación singular fue la que realizó junto a su hijo Luis para el Centro de Estudios Andaluces (Junta de Andalucía), titulada Guía de plantas del Museo de la Autonomía de Andalucía (ver entrada en este mismo blog). Igualmente, colaboró en revistas diversas, como las de los institutos de bachillerato donde trabajó como profesor; en el IB Gustavo Adolfo Bécquer, fueron continuas sus ilustraciones para La Violondrina. También en Cuadernos de Roldán o en revistas como Puente Nuevo, de Ronda. Por último, una pequeña muestra de motivos florales en cerámica. Para una mayor documentación, podéis recurrir a la entrada en este mismo blog dedicada a la cerámica de Cristóbal. Pinchar aquí.
14 comentarios en «Cristóbal y las flores»
Enhorabuena,Luis, por este precioso artículo que con la magnífica revista de Ronda son un sentido homenaje a la figura de tu padre. Cristóbal siempre ha sido un maestro que nos trajo a Ronda un aire fresco de cultura y nos enseñó a apreciar la belleza y la libertad. Siempre lo tengo presente en mi trabajo artístico y echo de menos al amigo, como fiel discípulo que me considero suyo. Continúa de esta manera difundiendo el legado que nos ha dejado. Un fuerte abrazo para ti y las Marías.
Me alegra saber que sus enseñanzas y recuerdos permanecen en muchas de aquellas personas que lo conocieron. Gracias Quico.
Un abrazo
Enhorabuena, Luis, por el artículo, que es un precioso homenaje a la figura de tu padre.Cristóbal ha sido un maestro que nos abrió todo un mundo de cultura y nos enseñó a apreciar la libertad y a admirar y buscar la belleza, no solamente en el arte, sino en cualquier. manifestación del espíritu y del quehacer en la vida. Siempre lo tengo presente en mi labor artística y sus enseñanzas me guían como fiel discípulo que me considero. Un fuerte abrazo para ti y para las Marías.
Muchas gracias Quico, me alegran tus muestras de cariño. Seguiremos poniendo en valor su legado tanto artístico como humano. Un abrazo
Los que lo conocimos de cerca admiramos , entre otros rasgos de su persona, esa gran ilusión , ese entusiasmo cuasi febril, vital; o esa descomunal energía que Cristóbal ponía en sus múltiples tareas, homenajes y dedicaciones incesantes en pro de una cultura popular y de unos valores éticos y estéticos. Sencillo y humano, sentía una gran curiosidad y un gran amor por la vida. Aunque muy discreto y reservado, se le alegraban rebrillantes las pupilas cuando le preguntaba por sus nietos. Y luego estaba esa mirada fija, atenta, vindicativa, escrutadora, que posaba sobre el mundo humano de lo divino… y viceversa. De pronto entraba en uno de aquellos instantes decisivos, expresión referida al fotógafo Cartier Bresson de la que nosotros vamos a servirnos en distinto sentido. Al respecto citaré como ejemplo los vítores y alabanzas que Cristóbal dedicó al gran pintor Parmentier, tras una exposición en Lisboa, en puro trance, no más, de arrobo artístico.
Salvattore
Felicidades, Luis, por tan bello trabajo (texto e ilustraciones). Delicado y rotundo a la vez. Redondo.
La relación de Cristóbal con las flores era algo muy, muy especial. Estoy convencido de que él veía mucho más allá que cualquiera otra persona cuando las observaba; cuando las admiraba. (En mi vida me había parado yo a mirarlas, mucho menos a valorarlas, hasta que no lo conocí. !Cuántos momentos y «episodios» en nuestros paseos relacionados con ellas y su «recolección») Como la Naturaleza en su conjunto, para él representaban la belleza y el misterio de la vida.
Hoy, y gracias a su influencia, las disfruto, las admiro, las fotografío… a diario.
¡Cuánta razón tenía el primo Juan Ortiz! Como Cristóbal no las ha pintado nadie. (Y ojo a las transparencias del agua y los cristales de los recipientes.)
Gracias, Cristóbal. Gracias, Luis.
Gracias Juan Antonio. Cierto que él nos enseñó a muchos a mirar y a ver más allá, tanto de las flores, como de los cielos, la atmósfera, los colores…Un abrazo
Abrazo, Luis.
Tu padre fue amigo y maestro. Era como el sol que nos alegra el corazón.
Grande siempre, Cristóbal. Tengo la suerte de poder contemplar cada día ,en mi casa,dos acuarelas y un plato de cerámica con flores pintadas por el maestro. Todo un lujo y un placer del que siempre disfrutaré. Gracias Luis por el artículo.
Gracias Pili, en las paredes de tu casa está presente ese espíritu artístico de delicadeza que siempre caracterizaba sus obras. Y en la memoria siempre nos quedará el recuerdo de su persona
Enhorabuena por la página. Para mí todo un descubrimiento la extensa y delicada obra de Cristóbal Aguilera.
Gracias Santi, me alegra que te guste esta página en forma de tributo. Desde aquí, seguiremos proyectando su obra y su legado. Un abrazo
(tu subsconciente te jugó una mala pasada con el apellido de Cristóbal y lo confundiste con el del maestro Pérez Aguilera).
Gracias Luis
Muchas de estas flores que pintó tu padre me vuelven a un mundo que viví, ya fenecido. Ellas me trasmiten la fortaleza de la fragilidad. A su vez, en su belleza inmóvil, le añaden puntos a mi carnet de coleccionista y viajero a Parchite en el tren de la melancolía.
A dónde me lleva esta delicada música que percibo en el piano de las Dalias, y que no me ha dejado desde que volví a ver las flores que pintó tu padre, en el Blog, esta mañana. ¿Qué significa el color en la vida secreta de las flores? Se irá alejando esta música de mí, a medida que me acerco al silencio final de mi camino?
Por decir.
UNO. Hoy ha llovido. Desde el fondo de un espejo, en la penumbra, el tiempo arreoja un jarrón con flores que pintó Cristóbal.
DOS.
Una vaca de la escuela flamenca, dibujada por Van der Kuiper, se acerca a las margaritas que pintó Cristóbal y les da un lametón. Frente a todas esas flores manipuladas y anestesiadas por la publicidad, ESTE GESTO SOLIDARIO de una vaca me descubre cómo por absorción algunos sentimos la vibración de la verdad en la obra deL maestro Cristobal.
Gracias Salvattore. Tu que lo conociste bien, sabes de esas verdaderas vibraciones que Cristóbal sentía y plasmaba en sus obras. Aquellos que llegásteis a conocerlo y a tratarlo, sois doblemente afortunados: en sus cuadros reconoceréis esos sentimientos y también os vendrá a la mente su persona.
Un abrazo