En un día como hoy, la figura del padre cobra un especial significado. Aún más cuando lo que se nota es su ausencia. La ausencia de la persona, pero también la grandeza y la talla del artista.
Desde que se marchó de este mundo para siempre, hace ya casi un año, raro es el día en que algo o alguien no me traiga a la memoria la figura de mi padre. Y digo figura, porque es su alma artística la que más peso tiene en todos mis recuerdos, sin olvidar el lado humano y personal del padre.
A veces -muchas veces-, son sus cuadros, sus dibujos, su cerámica, todo lo que tengo en casa. Otras, son expresiones, libros, ciudades, lugares, tabernas, amigos, o la música clásica que tanto escuchaba. Intuyo que estos recuerdos me acompañarán el resto de mis días. En algunos casos me inundan de tristeza, se siente un enorme vacío. Pero en otros, se me revela como un todopoderoso personaje. Un trabajador incansable e inagotable de la pintura con una delicadeza fuera de lo normal, un devorador de libros de diferente temática- literatura, poesía, escultura, historia-, que vivía por el arte y para el arte.
Lo recuerdo siempre activo, siempre trabajando y enfrascado en algún proyecto. Tan sólo descansaba para leer y escuchar música, siempre música, y algún que otro programa de radio; entre otros, escuchaba la retransmisión de los partidos del Betis. Todo ello en una radio pequeñita, un transistor de esos baratos en los que debía desplegar su antena y que sintonizaba con su ruedecita del dial. Se lo llevaba a cualquier lugar de la casa, el salón, el dormitorio, el cuarto de baño, la cocina, donde hiciera falta.
En los últimos años, desde que se jubiló en el año 2000, vivía en Ronda. Allí trabajaba sus lienzos, acuarelas, cerámica, grabados. Pero venía a Sevilla a visitarnos; a su mujer, a sus hijos y a sus nietos. Eso ocurría cada tres o cuatro semanas; cuando sus labores creativas se lo permitían. Permanecía tres, cuatro, cinco días. En función de lo que estuviera trabajando en Ronda, la estancia podía ser mayor o menor. No podía dejar las acuarelas o los lienzos mucho tiempo sin trabajar, pues la luz cambiaba con rapidez dependiendo de las estaciones, la floración, el color de la vegetación…
Mientras permanecía en Sevilla, se levantaba muy temprano y marchaba a dibujar a la Catedral, al Museo de Bellas Artes, a las iglesias, a San Isidoro del Campo, a los pueblos del Aljarafe, en los que se tomaba sus mostos en las tabernas más humildes y sencillas, en las que también dibujaba a sus parroquianos. Era un no parar, siempre con su libreta y sus lápices bien afilados.
Las tardes las pasaba en casa leyendo y escuchando su radio; a veces, también dibujaba, pero por lo general, las tardes eran de descanso. Las aprovechaba también para elaborar manualidades y pequeños juegos y juguetes para sus nietos Guiomar y Melquiades; enmarcaba pequeños dibujos para ellos, y se los regalaba por su cumpleaños y su onomástica; también en fechas señaladas como la Navidad.
Esos eran sus obsequios, pequeños dibujos y maravillosos libros de cuentos o historias infantiles o desplegables, que compraba, por lo general, muy baratos, en librerías de ocasión o en los puestos de «el jueves», el rastrillo popular de Sevilla, que se celebra todas las semanas en la calle Feria. Durante años, mi padre lo frecuentaba muy temprano, cuando aún estaban colocando los libros y antigüedades en los puestos. Se adelantaba a los gitanos y profesionales anticuarios, regateaba y adquiría a buen precio piezas de valor, como marcos dorados, pequeñas pinturas o dibujos, aguafuertes, relojes de pared, quinqués y, por supuesto, libros, muchos libros. Allí coincidía con algunos de sus buenos amigos, como el profesor de dibujo y arte Pepe Gil, la librera Mercedes Rivas,el poeta y pintor Francisco Moreno Galván, y algunos otros con los que tomaba café y echaba sus ratitos de tertulia.
Hoy me he levantado y se me han venido a los ojos de manera especial todos esos pequeños obsequios, esos juguetes a sus nietos, esos dibujos, preciosos recuerdos que conservo como oro en paño; muchos de ellos, pequeñas obras de arte, realizadas expresamente para sus nietos, su mujer o sus hijos.
A continuación muestro algunas de estas pequeñas joyas que se encuentran por algunos rincones, librerías y paredes de mi casa. Son los recuerdos de una pequeña parte de la obra más íntima de un padre artista y artesano hacia sus hijos y nietos.
Pero antes de mostrar dichos trabajos y recuerdos, quiero añadir un maravilloso poema de José Luis Puerto (La Alberca, Salamanca), gran amigo de Cristóbal, que pertenece al libro Melodías del padre (homenaje a su progenitor), editado por la Diputación de Salamanca en 2014.
A Cristóbal, mi padre, in memoriam. Y a mis hijos Guiomar y Melquiades
16 comentarios en «Cristóbal, un padre, un abuelo, un artista»
A pesar del profundo vacío doloroso, Cristóbal sigue aquí; en Ronda, en Sevilla, en Segovia, en el Aljarafe… Sigue con nosotros; con su familia, con sus amigos, con todos los que lo conocimos y lo quisimos. Porque su espíritu sigue presente y su figura permanece con la fuerza con la que la memoria, el recuerdo y hasta los sueños son capaces de modelar en nuestro día a día su figura, sus gestos… su esencia. Y yo sigo encontrándomelo en mis paseos tempranos por las calles y plazas de este bendito lugar, en mis desayunos con Juan en la churrería y… saludándolo casi a diario en la Alameda. Y en ti,Luis, cuando veo tu cariño y tu entusiasmo… Un fuerte abrazo y Salud!
Bonitas palabras Juan Antonio. Como bien dices, y ya escribió José Luis Puerto en su maravilloso poema, seguirá entre nosotros «resucitado siempre». Sobre todo en Ronda, en esa Alameda, en el Hotel Victoria, en la Ciudad, en el Llano de la Cruz, en La Cimá…Un fuerte abrazo. Salud
Aunque era de la familia para mi aparte de la grandeza como artista y como persona era un gran amigo
Gracias Pepe. Seguro que os acordáis de él en Casa Juani, su parroquia donde echaba sus tertulias con los amigos del barrio.
Hola Luis. Soy Antonio valle, alumno de tu padre allá por el año 1970 a 1976 en el instituto Pérez de Guzmán de Ronda. Yo siempre había sido aficionado al dibujo y me hubiera quedado ahí: haciendo caricaturas de los profes. Pero tu padre, por el motivo que sea, me apartaba del resto de la clase y mientras que los compañeros hacían líneas verticales y circulitos, a mí me ponía por delante un busto en escayola para que intentara dibujarlo. Me enseñó a ver las proporciones, las luces y las sombras, el espacio y los matices del color. Pasó el tiempo pero no me dediqué al dibujo ni a la pintura, aunque no he parado de hacer cositas por puro placer. Me encontraba muchas mañanas con tu padre en el lugar donde estuviera pintando y siempre me paraba unos minutos para saludarlo. Siempre que me mandaba alguna felicitación por navidad o mi santo, acompañaba mi nombre con la palabra «Artista». Un orgullo para mí viniendo del que sí es un artista de verdad y mi maestro. Fue un duro golpe saber que había fallecido. Poco tiempo antes me dio el pésame por el fallecimiento de mi madre y aprovechamos para charlar un rato. Tengo algunas fotos de él. Te voy a mandar una (a tu correo) en la que estoy con él el día que lo nombraron Hijo Adoptivo de Ronda. Un abrazo
Muchas gracias Antonio. Bonitos esos recuerdos que me cuentas y el cariño que muestras. Fueron más de treinta años en Ronda, primero de profesor en el Patronato Militar y después en el Instituto Pérez de Guzmán. Una vez que se jubiló estando de profesor en Sevilla, volvió a la que fue su ciudad para pintar sus paisajes y sus gentes, Ronda. Un abrazo
Además de ser mi profesor y maestro, fue amigo de mi padre que, como el suyo, era carpintero y ebanista. Se pasaba a veces por nuestro taller donde echaban sus ratos de charla mientras mi padre tallaba algún rosetón.
Efectivamente, sentía predilección por los carpinteros, doradores, luthiers (tenía muy buena relación con Carmelo, el guitarrero) y demás artesanos de la madera. Su padre fue un buen carpintero y su tío, y él mismo sabía muchísimo de la profesión. En muchas ocasiones preparaba personalmente los marcos de sus grabados para las exposiciones; diseñaba la caña, cortaba los listones, hacía los ángulos, la escuadra, los clavaba y le ponía el cristal. Todo un trabajo de artesano que adoraba. Saludos
Un abrazo desde Ronda, que sería como dárselo a tu padre.
Muchas gracias. Otro para tí. Ronda era su lugar en el mundo.
Saludos
Que bonito, Luis. Y qué suerte de poder tener a tu padre cerca cuando ya no está. Gracias por compartirlo.
Muchas gracias a ti, por leerlo y comentar, amigo Fernando. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo
Tuve el honor de conocer a tu padre, mi amigo Cristóbal en mucha de sus obras cuando el tiempo me lo permitía, lo acompañaba durante todas las sesiones y una de las cosas que siempre me decía Juan Carlos , pintor que no borra a la porra o te decía toma un trago de aguarras casero(endrinas hechas por el) en fin un gran hombre y un gran artista,sensible como el solo, todos lo echamos de menos, saludos.
Hola Juan Carlos, agradezco tu comentario. Son muchas las personas que en Ronda lo echan de menos. Han sido muchos años apostado con su caballete en sus calles, en La Alameda, en el Hotel Victoria…Como bien dices, siempre iba provisto de su botellita con «el aguarrás» para él o para cualquier amigo que lo acompañara.
Un abrazo y salud.
Luis, querido, me he emocionado leyendo y sintiendo las hermosas palabras que le dedicas a tu padre en un día como el de ayer. Qué preciosidad abrir y compartir tu alma de esta forma y los más íntimos trabajos de tu padre. GRACIAS!
Un abrazo fuerte!
Muchas gracias Esther, mi pudor me hizo dudar del enfoque de esta entrada, pero hay ocasiones y personas que se merecen que se rompan las barreras de la intimidad. Un beso fuerte, amiga.